"Lo primero que hizo al otro día cuando se despertó fue desayunar la banana. Después pasó la lengua por el plato barriendo restos de carne y de una salsa con gusto a ciruelas y mantuvo una de sus conversaciones imaginarias con Rosa.
- Para gustarle a los demás no hay que ser hermoso, hay que ser horrible.
- ¿Por?
- ¿Cómo "por"? Pensalo un minuto. Tenés que decir lo que los otros quieren escuchar, tenés que sonreirle a cualquiera, tenés que ser impersonal, transparente y un montón de cosas más, todas horribles. ¿Y al final qué? Te morís. Nos morimos. ¿No pensaste que cuando vos te mueras y cuando se mueran los que te conocieron no va a quedar nada de vos, ni la memoria?
- Estás profundo...
- No, qué profundo, es una pavada. Lo que pasa es que la gente no lo quiere ver. Unos porque no pueden y otros porque lo ven pero... ¿Qué pasa entre vos y el chico ése?
Iba a responderse con la voz de Rosa cuando efectivamente la oyó:
- ¡María!"
Rabia, Sergio Bizzio, Interzona, p. 126, 2005.
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