Neurosis digital o autismo positivista

jueves, 16 de septiembre de 2010

En defensa del derecho a no-fumar



Cerca del año sin fumar ya no parecen quedar las ganas de consumir las sustancias en sí. La sangre latiendo como vampiresca porque en el aire hay aroma a nicotina. No, nada de eso. Nada más cierta nostalgia en forma de deja vu por la frescura afectada de ciertos fumadores, esos de exhalación relajada que podrían hacer círculos de humo en el aire. Pero hay otros modos más sanos de lidiar con la angustia oral. Sonará algo new age pero la canastita con mandarinas y manzanas es una opción realmente refrescante sin ninguna contraindicación. El mate sigue siendo un compañero de fierro. Y los problemas de siempre, pero un problema menos. No hay que limpiar cenizas por toda la casa, ni ceniceros sucios y asquerosos, ni estar pendiente de cuántos cigarrillos quedan, o cuántos fumé, o fumaré, o si me dejarán fumar allá adónde voy. Mis amigos tabaquistas se enojan porque no los dejo fumar en el living. Compartimos la adicción por años y ahora se quejan de eso, de este repentino cambio, esta supuesta traición. A veces dicen que están acostumbrados porque sus parejas les hacen lo mismo, los obligan a irse afuera para fumar. El fumador muchas veces no tiene conciencia de lo molesto que es el humo -y lo tóxico- para alguien que no es adicto, que no gusta de esas sustancias cancerígenas, ni de ese particular olor a humo pútrido, a cuerpos en descomposición, a cáncer trabajando. Pero cada uno es libre, claro. Siempre que no me fumes en mis narinas. Pensemos que fuese otra droga: marihuana, cocaína. O esos cigarrillos forbidden que se fumaban tanto el otro día en el Luna Park (en el recital de Las Pelotas, o abuelito Daffunchio & friends). El mítico nevadito. Lo que en Montevideo dirían medio y medio. Con mis amigos tabaco-adictos llegamos al acuerdo de que podían fumar uno (o dos). Pero imaginemos que alguien llega a la casa de un fumador de nicotina y alquitrán (un señor que sostiene dos ilusiones: legalidad y longevidad) y este invitado empieza a fumar nevaditos uno atrás de otro. El tipo tiene cara de Silva y es hincha de Velez, plateísta, ex delantero, te mira con cara de que tenés alma de policía botón y fuma sin parar. Bueno, sería parecido. La legalidad es una cuestión de quien maneja la producción y distribución. Y quien consume: o sea, qué sustancias consume el dueño de casa.

Recuerdo a una locataria -suegra de un gran joven escritor- que nos alquiló una maravillosa casa en el conurbano. La dueña tenía EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva crónica), un reconocimiento vitalicio que te da el club del buen tabaco después de pagar la cuota por varias décadas, y se quejaba de que una vez, en pleno invierno, había ido a una cena y la dueña de casa la había hecho fumar en el balcón. Nunca se lo había perdonado.

Del mismo modo que la adicción a la cocaína suele esconder un profundo alcoholismo, la adicción al tabaco suele esconder una depresión. Algunos la llevan mejor que otros. Otros tienen otras adicciones, otros síntomas. Quien esté libre de adicciones, que arroje el primer comment. Pero reconozcamos que hay adicciones más invasivas que otras: la cocaína, por ejemplo, te vuelve agresivo y miserable, te hace chuparte los mocos mezclados con sangre y coca, te da insomnio y te vuelve sólo sensible a las radiaciones merqueras. Pero si el resto del living no consume, te vas al baño, calladito, a mojar tus aletas en el maravilloso polvo de la antidepresión. Y todo lo que sube, baja, y bajar es lo peor, como escriben en Página. Pero el tabaco es una serie de cilindros con un humo nauseabundo que encendés y fumás a repetición, con el divertimento narcisista, infantiloide y sádico de tirar el humo hacia los más no-fumadores. A cada uno el marketing le pega por distintos lados. Y en distintos momentos. Yo fui el muchacho sádico que te tiraba humo si criticabas y escupía a los no fumadores. Ahora que me dedico a la jardinería, soy el chico budista y algo afeminado que te pide que recojas los filtros que tiraste en el balcón. Pero vos por suerte seguís siendo un chico viril de calendario, fanático de las Harley, los Camel, las películas de acción, el hardcore más cruel, el humor de machos, y tu delicioso cinismo de banda ancha. Y vas a vivir por siempre porque sos una mezcla de Jason Statham con Peter Pan. Bueno, si sos indestructible no te hará nada pasar unos minutos en el balcón. Cierro porque hace frío. Ah, y no hay wi fi. Que te vaya bien.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Texto leído en la presentación del libro


Acá.

Gracias a los presentadores, editores y concurrentes.