Neurosis digital o autismo positivista

sábado, 21 de febrero de 2009

Bordeando la matrix



Un fotógrafo alemán que trabaja hace quince años para Efe Colombia. Alto, pelo largo rubio y canoso. Post hippies. Una bogoteña que se cae de la silla donde está sentada. Otra a la que sacan de un bar inconciente. Ron, aguardiente, Johnnie Walker y cerveza. Y un atado de Piel roja sin filtro. Otro fotógrafo europeo que le saca fotos a las novias modelos de los narcos hasta que está con una. Nadie se entera, pero él se persigue y pasa tres días corriendo por la selva, escapando de sus imaginarios perseguidores. Quizás todo perseguidor siempre sea imaginario. Un filipino con rastas que da clases de buceo y habla del camino austral, al sur de Chile, con fascinación. Y de unos suizos que hacía veinte kilómetros cada día, para disfrutar del paisaje. Este es el camino y el desvío. Una socióloga bogoteña que trabaja en la administración de mi hostal y tiene un novio antrópologo que me indica cómo llegar al barrio La Soledad. Un austríaco de cincuenta años que tuvo que acompañar al mismo tiempo a uno de sus mejores amigos y a su hermana peleando contra el cáncer. Se salvaron, pero él salió del hospital y se compró un pasaje en barco Hamburgo-Buenos Aires. Dos meses en un barco de carga atravesando el atlántico por dos mil euros. Mil por él y mil por el jeep. ¿A qué te dedicás? A nada. A viajar. A recorrer latinoamérica con mi jeep. A veces, como en Río, el hospedaje del jeep me sale varias veces más que el mío. Pero voy por donde quiero y a la velocidad que quiero. Si estuviese casado y tuviese trabajo e hijos no podría estar acá. Pelo largo canoso y cerca del metro noventa. Los europeos perdidos en latinoamérica se parecen. La mirada oscurecida y cansada por haber visto demasiadas cosas, como replicantes blade runner que saben que la vida es demasiado corta para trabajar todo el tiempo. Una mesa en un patio con dos mochileros de Seattle (uno que habla como cordobés porque hizo un intercambio allá), dos de San Francisco, una pareja de australianos flaquísimos y altos y yo. Uno de Seattle dice cuando yo era chico un día vino mi viejo y me dijo acabo de perder un millón y medio de dólares en la bolsa. No tenía idea de cuánta plata era eso pero me quedé pensando y le pregunté: eso es mucha plata, ¿no? Y mi abuela me regalaba cada año cien dólares en acciones. Uno dice que apartó diez mil dólares para este viaje, vendió todas sus acciones antes del crack así que está viajando con plata regalada. Plata quemada en Johnnie Walker y aguardiente antioqueño. Entiendo una pequeña parte de lo que dicen pero comprendo que hablan sobre la bolsa y el mercado. Después hablan de Belize, todos estuvieron allá, uno incluso tiene un tío ahí. Bogotraxx, o la mejor fiesta electrónica de mi vida: un antro con samples de Marley, Beastie Boys y otras cosas mientras en una pared se reproducen secuencias de imágenes en loop, al ritmo de la música. Todos bailan y toman aguardiente. Una secuencia es: Mickey Mouse, un big mac, un billete de un dólar y la sombra de una -la- mujer. La síntesis del mundo en cuatro imágenes que se superponen entre sí. Muchas chicas que me miran con curiosidad. Una a la que le digo soy argentino y me dice no me interesa de dónde es. Un estudiante de un pueblo del interior que me acompaña varias cuadras hasta el bar Candelario. Se llama Jeison y está más solo que yo. Le pregunto qué va a hacer el fin de semana y me dice que nada, que todavía no empezó la facultad así que por ahora no tiene amigos acá. Jeison o esperando para nacer en Bogotá. Una chica de Alaska encerrada en un hostal por su estricto padre republicano. Un tal Ricardo, de Austin, Texas, que habla de una amiga de Björk que vio en vivo en New York y le rompió el cráneo. Ricardo vive hace un año y dos meses acá, está obsesionado con Macedonio Fernández y Borges le parece un huevón lleno de falsedad. Un bogoteño diseñador gráfico que llora porque un amigo lo insultó y como está en mi mesa trato de consolarlo. Eres un huevón de mierda. Un marica hijo e puta. Los bogoteños se insultan y me miran. Elijo no opinar por una vez. Un bogoteño nacionalista que dice que antes de conocer otros países quiere conocer bien Colombia. Una negra de cuarenta años que parece de treinta, tiene una hija de veinticuatro con más arrugas que ella y acierta las edades de todos con una asombrosa precisión. Quisiera be shining on her crazy diamond pero you can't always get what you want. Una paisa que estudia administración en la Nacional y cada dos frases me dice marica. Es fanática de Fito Páez, y lee a Hesse, a Benedetti y habla con fascinación autista de Rayuela. Cómo perder la libido en un minuto y medio. Es linda pero demasiado estúpida. My libid is dead. Le digo que entiendo que marica es como boludo, pero que igual podría usar menos la expresión conmigo porque no termino de acostumbrarme. Claro, marica, como quieras. Le digo que a Fito lo secuestró una banda que había visto demasiadas veces Doce monos y que en su lugar pusieron a un doble con cerebro de mono. Fito ya no es más Fito. Fito is dead. El verdadero Fito vive en una isla desconocida de Colombia, sigue teniendo el pelo largo y le gusta el rock. Pero mi chica marica no se ríe y continua hablando todo el tiempo, así que digo voy al baño y me escapo por la ventana.

2 comentarios:

Drodro dijo...

This summer...
Night of the libido-dead!

Santiago dijo...

Te acordás de aquella noche en la terraza de Boedo? Hablabamos de donde ir con cada quien... Creo que cambie de opinión respecto al tuyo.
Abrazo camarada!