Neurosis digital o autismo positivista

domingo, 18 de enero de 2009

El hostal del procurador



Al igual que en La Paz, donde parece que 'la movida' está en el hostal El Carretero, acá tampoco encontramos lugar en Fénix, pero encontramos a la vuelta un hostal que es bastante lindo. Además de la cocina (un bien preciado que se extingue al salir de Jujuy: nadie quiere caer en cama y tener que volverse por un plato económico pero cuyas condiciones sanitarias son indeterminadas), este hostal tiene una terraza de puta madre. Estilo deck, con techito, sillones, y una vista impresionante de techos de tejas. Ningún edificio y dealers agazapados en los rincones oscuros. Uno de mis amigos anoche compró un papelito por doce soles y ahora está en algún lugar de la ciudad. Yo, chico bueno y católico, me acosté temprano, después de algunas secas y una cerveza. Me levanté a las nueve y mi amigo tomaba cerveza en la terraza. Siguió así hasta hace un rato, hasta que dijo voy a caminar. Algunos duermen y otros no. Cuzco es demoníaca. Pedro y Pablo, los españoles que conocimos en el hostal, dicen que Mexico DF está llena de europeos mendigos que se quedaron atrapados en la ciudad. En Cuzco hay mujeres que te ofrecen distintos tipos de masajes, desde tailandés al pahlaniukiuano de los pies. Una hora por quince soles. Pero somos racionales y conservadores y no nos animamos a entrar a lugar demasiado oscuros. Pedro y Pablo promedian la treintena y están viajando hace siete meses, bajando desde México. El gitano Pedro se metió al mar en Lobitos, una playa peruana cerca de Tampica (pasando Lima). Como vive en Ibiza, dice, está acostumbrado a nadar desnudo. Acá se metió con el bañador pero después se lo ató al tobillo y estuvo en el agua cinco horas. Cuando salió sintió cierta molestia en el pene. Al día siguiente vio que tenía una infección todo a lo largo del mismo. Le había picado una medusa (agua viva). Hace una semana, en otra playa peruana, le picó algo (quizás una araña de mar: son venenosas y acechan cerca de la orilla) y el tobillo empezó a hinchársele. Una semana después, reposa en la terraza del hostal y todos los días se levanta para tomar un taxi que lo lleve al hospital, se tira boca abajo en una camilla, le dan dos inyecciones y entre dos enfermeras le aprietan la herida infectada para sacarle el pus y el veneno. Duro. Pablo es profesor de matemáticas y física, pero en sus ratos libres se dedica a la música y a viajar. A diferencia de Pedro, Pablo viaja con seguro médico pero no le pasó casi nada: sólo tuvo que sacarse dos muelas. Así que aquí estamos: varados por diferentes motivos en una terraza encantadora. Dos catalanes que pasaron demasiadas temporadas en Ibiza se dedican a tomar antibióticos y parecen en boxes, añorando el standard básico de salud que les permita salir a desplegarse en la noche. Pablo toca rumbas y canciones flamencas. Tiene un rasguido muy personal de mano derecha que combina con percusión, con momentos de un sonido que hace con la boca (estilo trompeta, su ex instrumento). El cover que hace de Te echo de menos, de Kiko Veneno, por ejemplo, es un contundente.

Anteanoche fuimos a un boliche lleno de argentinos y se me pegó un guía turístico de Arequipa: Juan Carlos. Al principio era un peruano simpático con el que intercambiábamos datos de países distintos, pero pasaron las doce y se convirtió en una garrapata. En un momento nos cruzamos en la plaza con los rugbiers, se pusieron a hablar de fútbol. Más tarde entramos a un boliche llamado Mamma Africa y por diez minutos el arequipense me reclamaba que debería haberlo defendido, es decir, haber alabado al fútbol arequipense, del que no tengo la más mínima idea. Hago lo que puedo, le dije, y alguna frase que no recuerdo pero supongo que más efectiva porque no volvió a mencionar el tema. Por suerte se quedó dormido en un sillón, pero sobre mi campera. Me crucé a unas limeñas y les pregunté cómo resolver la situación (sacar mi campera sin que se despierte Juan Carlos). Sólo sacalas, me dijeron. Efectivamente, el arequipeño era un tronco.

Tanto hablar de Cuzco, la noche cuzqueña, bla bla bla. Todavía no la vi. Lo único que vi es fácil acceso a drogas. Pero estos dos boliches son una mierda. En el de argentinos puros (95% argentinos, 5% limeños, arequipenses y otros) hay una voz en off aporteñada que cada media o una hora dice: y ahora, por los próximos cinco minutos, todos los tragos y la cerveza, dos por uno, ¡aprovechen!

Algo simpático del mercado son las señoras con sus puestitos de jugos de frutas (por la cercanía de la selva, hay mucha fruta y barata). Pasás y mientras agitan el diario del día, te dicen: pase, amigo, o pase, joven, siéntese.

Leer el diario y tomarte una jarra de jugo de papaya con naranja: dos soles y medio (tres pesos). El lugar supongo que se parece a lo que era antes el Abasto. Un gran mercado de puestitos apretados, pasillos angostos, moscas, olores distintos de frutas, carnes, verduras, aceite friéndose.

La primer noche en Cuzco (van dos), mis amigos compraron unos papelitos en el boliche argento. Eran las ocho de la mañana y estábamos caminando por la parte alta de Cuzco. Yo no podía más, siempre fui un chico sanito que sólo toma alcohol, y mis amigos de una semana se habían convertido en Jekyll y Hide. El guasón y el muerto vivo. Uno era tarzán y otro el hombre de hojalata. Superman vs. Dimitri el teletubbie. La última cerveza que tomamos en el boliche fue una tortura. El guasón estaba por ahí, correteando chicas. Y yo me había quedado cerca de la barra con Dimitri. Apareció una cerveza y mi compañero tomó y me convidaba. Yo no podía tomar más nada así que se la devolví. Pero él me la devolvía como ofendido. Después de repetir la misma secuencia (tomar un traguito y devolvérsela), empecé a fingir que tomaba y la devolvía. Suerte que no se dio cuenta porque la white powder te puede poner malito.

En fin, por lo pronto volví a mascar coca para alejarme del tabaco. Todos fuman alrededor y es díficil no robar secas. Pero me mantendré incólume, estoico frente a esta Sodoma y gomorra andina. O no. Lo más preocupante, como siempre, es la economía. El riesgo es gastar el dinero de varios días en una noche de excesos. El exceso blanco te lleva a un consumo continuo y extendido de cerveza, y la cerveza es cara. Y bajar es difícil. Por otro lado la gente habla del San Pedro. En el mercado te venden por diez soles una botellita de coca con un líquido verde. Dicen que es San Pedro hervido por siete horas. Tenés que tomarlo en ayunas sino lo vomitás. Y hay que estar en un lugar abierto y con alguien que te cuide. Otra droga posible para el gringo sodomizado por el capital y la vida burguesa, en busca de aventuras latinoamericanas e indómitas en sus cortas vacaciones.

Dicen que el mejor modo de conocer una ciudad es perderse en ella. Yo por ahora camino por las avenidas.

3 comentarios:

Bebedores do Gondufo dijo...

Gostei Tu Blog.
Portugal
http://abebedorespgondufo.blogs.sapo.pt/

Violeta Gorodischer dijo...

jota, preguntale a ese pablo de las rumbas, el apellido. me parece que es un amigo de gloria, la mujer de damián terrasa. por tu descripción es muy parecido a un catalán amigo de gloria y yo paré en su casa en Barcelona el año pasado. Fijate si es!

lenguaviperina dijo...

No le pregunté aún al catalán, pero cocina como cocinero así que puede ser, ya que Gloria es cocinera. Digo. En fin.
Saludos!