Esto es una maldita adicción. Como en Buenos Aires. Como viajar. Como otras cosas. Como suplir la ausencia de todo lo que no está. Amigos. Mujeres. Sexo. Humor. Afinidad. Y encima internet gratis. El hostel es lindo, ya lo dije. En el living, a unos metros, dan The Beach, que es de la línea menor de Boyle (Tumba al ras de la tierra; Trainspotting...) pero no está mal. Walter, el encargado de la noche, es de lo más simpático del hostal. Me decepciona un poco cuando se suma a la masa indiscernible de diálogos hebreos gritones y entrecruzados (además odio que hablen mientras miro una película) y cuando le convido cerveza Cristal y dice: no gracias, no tomo ni fumo. Sos como una monja, le digo, pero en inglés (you´re like a noun, tal vez el comentario sarcástico me acerque a las impenetrables israelitas). Endogamia y rock autista. Somos como fantasmas entre seres vivos. Y nuestros compañeros argentinos se fueron hace un rato para Arequipa. Con ellos, y Abel, mi nuevo amigo enfermero, fuimos hoy a Callao (caiao). Media hora por la costa. Si Miraflores (where we are) es la Miami que quiere ser California, llena de gusanos y guardias privados, Callao es La Habana. Una cuba más pobre y afro que Miraflores, un poco más insegura a la noche pero más interesante a la distancia. Autos de los años cincuenta, chicas con algún porcentaje de sangre caribeña o africana y más bohemia. Por mail, un amigo tan entrañable como intelctual me recomienda Barrancos. Será parecido a Almagro o Palermo, imagino en mi alma etiquetante. Dicen que ahí está la bohemia. 15 minutos, 8 soles de distancia. Tomo cerveza del pico mientras la israelí más cerrada y desagradable de todas (frígida anorgásmica?) pasa por atrás mío insultando a alguien en hebreo. Cada tanto siento que hablan de mí pero supongo -aparte de que me señalen- qu es paranoia. Mi amigo Abel conversa con una amiga enfermera, toma de su taza con cerveza y ríe. Reir es tonto mientras se chatea. Escribas ja ja ja o te rías in the real way. O no. Y yo soy un reprimido amargado. De todos modos me cae bien su impericia digital. Su desconocimiento de las técnicas básicas del chateo. Hablo con algunas chicas lindas por msn. Alguna argentina y alguna mitad guatemalteca y mitad peruana. Increíble la cantidad de faltas de ortografía que tienen estos países. Gigantografías con errores ortográficos. La guatemalteca escribe algo largo en su msn. Lo que recuerdo es que escribe 'desaserme'. Todo un record peruano. Un graffiti en el hermoso malecón limeño: hacer el amor es difícil, pero se aprende. Otro: este es el mejor verso jamaz ezcrito: la poesía es una mierda. Una de las cosas que nunca le voy a perdonar a Buenos Aires es la falta de malecón. Supongo que uno se cansa de eso, pero cada tanto te debe dar un aire impresionante. Como dirían las sensuales Brazilian girls y su hit del verano: Río, Montevideo, La habana, Mar del Plata, Miami, Lima...
En fin. Se terminó la cerveza. Deberé volver al Jumbo peruano. Caminar por los boulevares aterciopelados de este barrio de cristal. Barrio Norte con olor a mar y verde. La música electrónica de The Beach se mezcla con el locutor y el off del Winning Eleven y los quejidos en hebrew. Quizás mañana nos mudemos de Hostal. Tres soles más por tener cocina, más cosmopolitismo y menos hebreo de 21 años. Mis amigos argentinos que están viajando a Arequipa se fueron hoy con un israelí muy parecido al Fito Páez de los ochenta. El fito bueno. Marginado por sus amigos (que bien podrían ser la versión rugbier-israelí). Vegetariano y, según mis nuevos 'amigos', gay. Sólo le falta ser judío, comento. El problema no es étnico ni religioso ni post-traumático, por supuesto. El problema es que salvo un autista peruano con su laptop, la sensual logística del hostal está plagada de gente que habla un idioma inentendible. Podrían ser chinos o suecos. Cerrados. No tengo ningún problema con ellos ni con las mujeres ni con los ciertos chilenos o cordobeses o amigos o escritores o familiares. Simplemente soy un chico muy sensible al sutil rechazo. De todas maneras, el mundo está afuera. No en en el aterciopelado agujero interior. No en la cueva masturbante de tu ombligo anatómico. Life is out there, en el pegaojoso consumo de La calle de las pizzas, esa reproducción kitsch de la idiotizante Recoleta-Village, con discotecas donde las chicas te dicen: no deberías generalizar a todas las mujeres, y vos ves alejar la posibilidad de estar con una mujer negra porque te parecen demasiadas demandas para tan poco tiempo de conocerse. Una amiga dice que la relación con las peruanas -y con todos los/as que no son colombianos/as- es difícil. Distante. Hace calor. Es un sótano gratuito con un cumbia extraña. Cada tanto te sentís más local porque pasan algo argentino. Bailás con una treintañera y después con su amiga. Baila con mi amiga, te dice la negrita. De pronto una te pide agua mineral templada y otra te dice que es abstemia y que querría agua mineral fría. Te imaginás como un gringo rubio, pelado, gordo y pelotudo invitando cinco formas distintas de servir el agua mineral a cuatro negritas. Y siempre fuiste bastante tacaño y relativamente pobre (siempre, algo, nos salvará del escarnio). Si no venís a vernos mañana, escarnio público, dijo alguna vez el amigo Levin, de filiación rusa-sciciliana. La líder se enoja. Ves en sus ojos la palabra tacaño. Nombrás una vez más la palabra gringo y creás una susceptible distancia. Váyanse a la mierda. Mejor me quedo en el hostal con mis amigos israelíes mirando películas fallidas de directores que en su juventud tuvieron cierta escocesa lucidez punk. Mi amigo enfermero dice: es un vicio la cerveza. Tomás una y querés más y más. Y así se van los soles. Y las estrellas. Debe ser por la altura, o el estado vacacional, o la cercanía de la playa, o el calor. Extrañaba el calor y la ciudad grande. Lima se parece a Buenos Aires pero con más playa, más pobre, con más contrastes, más analfabeta y negra, sensual y latina. Más anti-castrista y más católica. Hoy entré a la iglesia de Miraflores y me sorprendieron los cientos de fieles repitiendo los salmos del cura viejo con cara de hijo de puta. Mi amigo ex católico me esperaba afuera. Salí cantando 'no importa si te gusta Coldplay'. Trato de sacar la tonada centroamericana. Voz gruesa de negro. Reemplazar la ye y la ll por la i. El vos por el tu o el usted. Disfrazarse. Pasar lo más desaparcibido posible aunque por fin seas rubio entre tanta piel oscura. O por fin seas semi anfalfabeto entre tanta fluidez lingüista del idioma imperialista del cercano oriente. Quizás sea un buen día para irse a dormir temprano. Haber dormido varias horas cuando los exaltados compañeros de pasillo lleguen algo antes del amanecer y como jóvenes dráculas metan antes de que salga el sol a algunas incautas trabajadores nocturnas de la nocturna Lima. Quizás sea hora de mudarse de hostal. O de comprar otra cerveza en el Jumbo. O de conocer Barrancos.
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