Neurosis digital o autismo positivista
lunes, 19 de enero de 2009
Cachipun: relato gringo-cuzqueño con moraleja posmoderna
Salís de la terraza del hostal porque no puede ser estar todo el día encerrado. Aunque sea una terraza está dentro de una ciudad. Que casi no conocés. Además, cayeron unos chilenos que se parecen a los 7 enanitos de los autos locos y un peruano que se parece demasiado a los actores que en Hollywood hacen de secuestradores o narcos o a un encuestador del sur con el que hiciste un boca de urna. Ya saben, piel morocha y granulada. Pelo negro pajizo. Mirada de indio no amiga de gringos. Pero todo bien. Un amigo dijo que él salía en un rato pero le contesté que me iba ahora. Compré golosinas, doritos, estilo doritos picante, pseudo-doritos ultra picante, me compré una Inka cola, mandé mail a la sede peruana de una institución privada internacional quejándome de sus servicios.
Al salir del ciber vuelvo a la avenida y una simpática y morocha gordita me toca el hombro desde atrás. El envase de la Inka. Me había olvidado, perdón. Ella me prestó el envase pero me pidió que después se lo devuelva. Volvemos a la galería. Pasamos por un locutorio y pienso en llamar a alguien pero a veces las llamadas me parecen falsas, como las fotos. Un gesto turístico demasiado gastado. La gordita peruana conversa con otra chica. Dale este envase que está limpio, dice la otra. La gordita pasa el agua mineral de la botella limpia a la más usada (sin etiqueta). Me pasa la botella de agua mineral vacía limpia. Paso la mitad llena de la Inka a la botellita de agua. Mientras lo hago muerdo el sorbete o pajita (acá le dicen cañita) y temo volcar pero lo logro. Misión cumplida. Una vez más logramos esconder lo inutiles que somos para las cosas prácticas. Caminás por la avenida una vez más pero ahora con una botellita transparente con un líquido amarillo y con una cañita. Es rica. Dejos de maracuyá o algo así. Das vueltas. Vas al baño en Mcdonald´s (lleno: la gente busca constantemente recuperar su seguridad ontológica, especialmente en el gran sublimador de las frustraciones, la comida). Pasás por el callejón de los deseos, los dealers te acechan (lleno: la gente busca constantemente... bla bla bla), decís lo que le enseñaste a decir a un ex acohólico y estadounidense (no, Bush no, Jim): no, gracias. ¿No graciáis? No, gracias. Ah, ok. Son las cinco de la tarde y estás en el balcón de un bar que da a la Plaza de las armas tomándote un pisco sour. Llega un tipo rubio con canas y medio pelado que en este momento te recuerda al principio de Lolita. El humo, él pide un cenicero, una copa de vino y se sienta a mirar el atardecer. Estás aburrido y casi no tuviste oportunidad de practicar tu inglés. Ireland or England?, preguntás para romper el hielo. Un amigo de viaje que se parece a Batistuta dice que siempre empezás con un chiste. Jim te cuenta fragmentos de su vida. Trabajó sin parar hasta los cincuenta años. Nunca se tomó vacaciones más largas que de una semana y media. Era ingeniero en programación. Había dejado de fumar pero estaban mal con su ex mujer, ella empezó a fumar y él volvió. Se separó, renunció a su trabajo y profesión y se fue de viaje. Hizo tres veces la experiencia del San Pedro. Vio que la energía es irradiada por las montañas, las plantas y las personas. Le pidió a San Pedro que lo protegiera de la bebida y San Pedro le contestó: es sólo uno el que siempre elige. Jim roza el estereotipo del estadounidense idiota que recién se da cuenta de lo interesante que es viajar cuando está por jubilarse. Yo comento que hace unos días, en Bolivia, comprendí que lo importante son las relaciones. Cómo vos te relacionás con el mundo, o sea con las personas. Amigos, parejas, etcétera. I agree, dice el yankee. Te recomienda hacer la experiencia del San Pedro con la gringa. La casa de la gringa (Leslie) está en las afueras. 70 dólares. Uff. Dice que la experiencia puede ayududarte con la tartamudez. Le decís que no es en este momento tu mayor preocupanción. Dice que igual, para las otras cosas. Jim aclara que el San Pedro es algo espiritual, no una droga. Unas chicas estadounidenses venían de consumir hongos (mushrooms, dice Jim) y querían probar otra cosa. El espíritu al principio que te admite o no para la experiencia (el espíritu es traducido por un Chamán que te tira las hojas de coca) las admitió. A la noche lo vieron a San Pedro. Se les acercó y les dijo: no soy una droga, soy espiritual.
Jim, al igual que los catalanes, viaja hace siete meses. Are you going down from Mejico?, le pregunto. No. Estoy hace dos meses en Cuzco. Me gusta quedarme mucho en una ciudad. Conocerla. Los últimos cuatro meses los paso en Asia. ¿Corea? No. Tailandia (tailandia, pienso con un brillo en los ojos), Laos, Vietnam. Desde Nepal me vine a Cuzco. 27 horas de viaje. El pide otra copa de vino y yo otro pisco sour. El dice: aunque no me hayas pedido consejo, te lo voy a dar: te recomiendo hacer el San Pedro, que no es una droga, sino algo espiritual. Le pido una seca del cigarrillo. Está roto. Nos despedimos en la puerta, junto al callejón de los deseos. Doy una vuelta para no pasar por ese callejón.
En el baño de Mcdonald´s te encontrás con una chica que te parece perfecta para la vida, la mesita de luz, la de café, la cama, las calles empedradas y empinadas de Cuzco y para compartir una cerveza. Pulóver de llama, sonrisa fácil, estatura femenina mediana, edad algo menor a la propia. Objetivo identificado. Robot acercándose a sujeto femenino. Presión arterial en aumento. Riesgo de paro cardíaco 7% pero en aumento. Pensás en la cerveza pero decís: Hola, ¿no querés ir a tomar un rico capuccino a Mcdonald's?
Ella, más hippie que chic, dice: no, gracias, sólo vine al baño, no estoy acá.
La chica de tus sueños se fue, una vez más tu Cenicienta perfecta se convirtió en calabaza de piel palermitana. Y vos todavía no pudiste articular la palabra cerveza. Pensás en -premio consuelo- comprar una cerveza de litro fría y llevarla con unos falsos doritos picantes a la terraza del hostal. Esa terraza se está volviendo peligrosa. El grupo de chilenos fantásticos se la pasa jugando al cachipun. Lo que acá llamamos piedra, papel o tijera. Llego y digo: Chi-chi-chi, le-le-le. Yo pensaba en Chile bajo la magnífica conducción de Bielsa pero un chileno con poca centolla en sangre agrega: uni-ver-si-dad de Chi-le! Peor hubiese sido hincha de la católica. U-ce-ce. To to to. Li li li. Ca ca ca. Los chilenos definen toda acción que debe hacer alguien del grupo por Ca-chi-pun. Ahora harán otro para ver quién enciende el tulipán (porro o chistoso con forma de tulipán). Gana el catalán, que necesita fumar para la inspiración. Canta El caladito con voz gitana-flamenca de bulerías. Los chilenos se van. Aprovechás para irte. Escribís esto. Un tipo de treintaipico con acento de porteño del Norte dice a sus amigos manda un besito mamá y papá. Y que se vayan a la concha de la lora. Los inserts o mini-flah backs del pasado te salvan de un potencial suicidio o exilio. Siempre tuve problemas con los amigos (y con todas las relaciones humanas en general) pero ahora podría decirte que estoy bastante contento y orgulloso de los amigos que tengo. No me fío de lo que tuve sino de lo que tengo. Amigos. Una madre con una sensibilidad heredada que por momentos parece no carburar del todo bien pero que cuando carbura despide un brillo bastante peculiar e intenso que vive en una casa con jardín. Un padre que a lo lejos, y desde la comodidad escrita del mail, parece convertirte como en Volver al futuro II en alguien mucho mejor de lo que sos. Una carrera que la gente no sabe qué es o le parece lejanamente interesante. Chicas de carreras 'pesadas'/serias/tracionales/hiper-burguesas, sáquense por un sol una foto con la llama, con el coya-fashion que vende remeras de diseño propio y se acuesta con gringas modelos, o con el sociólogo tartamudo que viaja solo pero se sumó al viaje de dos amigos comunicólogos en Potosí y no se acuesta con nadie. Leés la emocionante crónica de Volquer. Lo mismo. Gracias. Pero no sé qué es Botul. Igual algo con la sílaba bo encontraré. Escribir es como sacar fotos: o vivís o fotografias. ¿O ambas? Escribir es olvidarte de los comments y las visitas, alguna vez tendré un affaire con el alcohol y el pisco sour al atardecer es un trago que mejora la estadía en Cuzco.
Si a veces se hace necesario cambiar de color, ver verde es mucho mejor que blanco (a menos que hablemos de un blanco sour).
Vayan anotándose para el asado porteño con los catalanes.
El único blog con resentimiento social que también regala premios!
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2 comentarios:
ay-! viaje un rato leyéndote.
y la nostalgia de vacaciones pasadas.
cuzco..ah.
Sólido. Me acuerdo esa plaza de armas y creo que estuve en el hostel con la terraza o no sé si todos los hostels tienen terraza con deck. Salud, Jotita.
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