voy a escribir una novela, como esa gente que escribe sobre parís pasándole la lengua a los adoquines y se queda con todos los microbios del quartier latin en la garganta. sí, y después los clasifica, los acomoda, los combina, los reconstruye. hay que plasmar eso en papel, en una prenda íntima, en la joven piel de un chico pálido que teme a todo salvo a su familia, en el agua de un bidón de oficina, en el chaleco con mil bolsillos de un cazador que se oculta, o en la sartén, con aceite de oliva extra virgen que se desvanezca entre las papas fritas en apariencia. no existe otra opción. porque es imposible incinerar los pensamientos sin que la ciudad se llene de humo, como cuando no operaban ni cliba ni el ceamse, como cuando el campo vuelve al ruedo y quiere hacer que “truene el escarmiento” contra los “unitarios posmodernos que tienen todos los dientes”. dios nos guarde en una cajita de plata labrada para turistas con euros. dios guarde a nuestros corazones, a nuestros amigos, a nuestra anestesia, a nuestros esmaltes de uñas. dios guarda –junto a los gitanos y a otros de sus tesoros más preciados– toneladas de frutas, de verduras y de carne recién muerta que está dispuesto a vendernos a precio de 1999. así vamos a poder salir con ametralladoras a las rutas y hacer mierda el lock-out patronal de una vez y para siempre. te quiero mucho. te mando un beso.
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