De pronto todo empieza a acomodarse y a fluir. Hay trabajo y movimiento. Todo lo que no funcionaba, funciona. Después de una serie de reveses, cierta armony (breve, i know). Lo bueno de que te salga algo -que te digan que sí- es que, al menos por un rato, te olvidás de todas las innumerables veces que te dijeron que no. Fue una semana tensa, mucho laburo y algunos eventos nocturnos. Empecé, si marcamos el principio ahí, la madrugada del domingo, discutiendo en un departamento de Lafinur y Cerviño sobre las reglas no escritas del Dígalo con mímica con la hija de Luisa Kuliok. Llegó un punto en que no importaba quién tenía razón pero yo pegué un grito histérico y sentí el momento en que no había vuelta atrás, todo el clima amigable estaba roto (okey, a veces soy un idiota). Y al otro día jugué al fútbol y le marqué con énfasis ciertos errores a mis compañeros en vez concentrarme en hacer bien mi tarea (y, claro, terminé siendo el que más errores cometió).
Después no sé qué pasó. Tuve una clase de teatro muy intensa que me dejó turuleca: la profesora, una señora algo afectada pero que parece muy inteligente, me mantuvo al margen de la clase hasta los últimos diez minutos. Cuando el partido estaba por terminar, a lo Ramón Díaz o Bianchi, me tocó en el hombro y me dijo al oído (con confianza y tranquilidad): entrás vos. Entré duro, frío. Me marcó dos o tres indicaciones y, no sé, ahora pienso en esa sensación que transmitía El club de la pelea, matarte a golpes con alguien y después, como diría Bochatón, la tranquilidad después de la paliza. Después, conversaciones y trabajos estimulantes. Ahora es fin de semana: ganas de ver a mis amigos y festejar por la mitad del año, por la amistad, por los proyectos y los pequeños logros; lo que nos une hoy, tal vez, nos separará mañana (y la historia, como diría Julito, absolverá a uno solo, o a todos, quién sabe). Supongo que no soy nada original, para variar, y sólo busco, at the end of the day, poder dormir tranquilo. Algunos votan en contra, otros a favor. Algunos son malos, otros buenos, otros juegan más, otros menos. Yo qué sé. Si me preguntás ahora, te digo: a todos nos divierten más los malos, pero lo bueno de ser bueno es que después, cuando estás solo, el superyó se queda sin fuerza para usar la picana. Uff, qué pedazo de pelotazo en contra. Bueno, el que no haya tenido un día budista, que arroje la primera piedra. No sé por qué hoy pensaba en Cadena de favores (una película de mierda, estoy seguro, que por suerte no vi). Ser bueno, es, entre otras cosas, no mirar películas de mierda. No herir al pedo. Ser bueno. Amor. Paz. Justicia social. Frases que si no se llenan de contenido son puro esqueleto con metástasis progresiva.
Llamo a un amigo al mediodía y me cuenta que anoche se quedó viendo el final de la votación en senadores hasta las cuatro y media de la mañana. Me acuerdo de la noche que nos juntamos en su casa a ver la tremenda derrota de River contra San Lorenzo por la copa Libertadores. Le digo que no se deprima, que no es el fin del mundo. Después me voy a trabajar. El defiende su libertad de tiempo libre. Yo estoy cada vez más convencido de que la libertad implica un alto grado de responsabilidad. Empiezo a priorizar el trabajo por sobre todas las otras cosas (el tiempo libre en exceso te puede hacer mal al cerebelo).
No quiero sonar aburrido, pero bueno, será un momento (igual no crean todo lo que digo). Eso sí, no me toques el finde: fútbol, asado en Torcuato y después cumple de Fede y Mati. Y a veces uno tiene la irrefrenable sensación de que hay que volver al toc-toc en la barra: sal, shot de tequila, limón y las caras blandas de mis amigos alcoholizados. Trabajo, bondad, tequila, gin, cerveza, fernet, humor de monaguillo rebelde o de monje fumón, amigos, no excesiva verborragia ni egocentrismo ni autismo como en este post, fútbol, teatro y un poco, sólo un poquito, de rock and roll. Espero aferrarme, al menos en lo que queda de julio, a mi nuevo santo evangelio.
Amen, hermanos, los quiero mucho.
Ah, y como dice un amigo: váyanse a la re concha de su puta madre!
Después no sé qué pasó. Tuve una clase de teatro muy intensa que me dejó turuleca: la profesora, una señora algo afectada pero que parece muy inteligente, me mantuvo al margen de la clase hasta los últimos diez minutos. Cuando el partido estaba por terminar, a lo Ramón Díaz o Bianchi, me tocó en el hombro y me dijo al oído (con confianza y tranquilidad): entrás vos. Entré duro, frío. Me marcó dos o tres indicaciones y, no sé, ahora pienso en esa sensación que transmitía El club de la pelea, matarte a golpes con alguien y después, como diría Bochatón, la tranquilidad después de la paliza. Después, conversaciones y trabajos estimulantes. Ahora es fin de semana: ganas de ver a mis amigos y festejar por la mitad del año, por la amistad, por los proyectos y los pequeños logros; lo que nos une hoy, tal vez, nos separará mañana (y la historia, como diría Julito, absolverá a uno solo, o a todos, quién sabe). Supongo que no soy nada original, para variar, y sólo busco, at the end of the day, poder dormir tranquilo. Algunos votan en contra, otros a favor. Algunos son malos, otros buenos, otros juegan más, otros menos. Yo qué sé. Si me preguntás ahora, te digo: a todos nos divierten más los malos, pero lo bueno de ser bueno es que después, cuando estás solo, el superyó se queda sin fuerza para usar la picana. Uff, qué pedazo de pelotazo en contra. Bueno, el que no haya tenido un día budista, que arroje la primera piedra. No sé por qué hoy pensaba en Cadena de favores (una película de mierda, estoy seguro, que por suerte no vi). Ser bueno, es, entre otras cosas, no mirar películas de mierda. No herir al pedo. Ser bueno. Amor. Paz. Justicia social. Frases que si no se llenan de contenido son puro esqueleto con metástasis progresiva.
Llamo a un amigo al mediodía y me cuenta que anoche se quedó viendo el final de la votación en senadores hasta las cuatro y media de la mañana. Me acuerdo de la noche que nos juntamos en su casa a ver la tremenda derrota de River contra San Lorenzo por la copa Libertadores. Le digo que no se deprima, que no es el fin del mundo. Después me voy a trabajar. El defiende su libertad de tiempo libre. Yo estoy cada vez más convencido de que la libertad implica un alto grado de responsabilidad. Empiezo a priorizar el trabajo por sobre todas las otras cosas (el tiempo libre en exceso te puede hacer mal al cerebelo).
No quiero sonar aburrido, pero bueno, será un momento (igual no crean todo lo que digo). Eso sí, no me toques el finde: fútbol, asado en Torcuato y después cumple de Fede y Mati. Y a veces uno tiene la irrefrenable sensación de que hay que volver al toc-toc en la barra: sal, shot de tequila, limón y las caras blandas de mis amigos alcoholizados. Trabajo, bondad, tequila, gin, cerveza, fernet, humor de monaguillo rebelde o de monje fumón, amigos, no excesiva verborragia ni egocentrismo ni autismo como en este post, fútbol, teatro y un poco, sólo un poquito, de rock and roll. Espero aferrarme, al menos en lo que queda de julio, a mi nuevo santo evangelio.
Amen, hermanos, los quiero mucho.
Ah, y como dice un amigo: váyanse a la re concha de su puta madre!
1 comentario:
"Ser bueno, es, entre otras cosas, no mirar películas de mierda"
genial
genial
genial
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