Neurosis digital o autismo positivista

lunes, 29 de septiembre de 2008

El arte del tiro con arco


Leo el blog de Matayoshi: siempre me aporta algún pensamiento copado.

Ayer escribí un cuento de una sentada. Lo mejor de todo fue que logré apartar al escritor de la historia. Es decir, permití que las cosas sucedieran por sí mismas. Tengo un principio que me es muy difícil de respetar: Escribir como si sacara una foto. Cuando uno saca una foto, lo que hace en realidad es encuadrar algo que ya existe. Es decir, elige lo que queda dentro del rectángulo y, más importante aún, lo que queda afuera. También considera dónde va a poner el foco, en qué velocidad, qué película va a usar y en qué momento realiza la toma. Bueno, contar una historia es lo mismo. La historia preexiste a uno, la humanidad y el universo ya están ahí antes de que nos sentemos a escribir. Lo que se hace es encuadrar, elegir el pedazo de universo vamos a contar y, después, elegir el foco, la velocidad, las palabras. Hacer esto es difícil porque me creo escritor. Entonces, muchas veces al puto escritor, al artista de mierda, se le ocurre que él es más importante que lo que está contando y hace cagadas.

En Japón, antes de la llegada de los gringos, no existía el “arte”. Ni siquiera tenían una palabra que designara ese concepto. Lo más parecido que podía encontrarse era “oficio” / “habilidad” o “camino”. Pero, en Japón, estos conceptos eran inherentes el acto de tomar el té, cocinar, arreglar el jardín, acomodar flores, crear espadas, escribir, pintar, tirar con arco y flecha, trazar una sola palabra sobre el papel y todas las actividades cotidianas. Los oficios eran el camino para llegar a la esencia de las cosas, de uno mismo y del universo. Cualquier acto podía ser (lo que nosotros llamamos) "arte" si respetaba esa búsqueda.

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