Dudas. Tomemos algo, decidimos. Propongo ir a Antaño (Vuelta de Obligado y Aguilar) pero nos perdemos sin querer por las tranquilas calles de Colegiales hasta que encontramos un barcito en en la esquina de Virrey Arredondo y Conesa como perdido en el tiempo. ¿Está abierto? Ana baja a preguntar y nos hace señas de que sí. Bajamos.
Elegimos una mesa afuera para aprovechar lo último que queda de sol (además adentro está demasiado oscuro). Llega el mozo. ¿Qué tomamos? ¿Cerveza? Con gusto a resaca en la boca por la gran noche ayer en lo de Urman, propongo licuado. Finalmente nos sumamos a la propuesta de Mati: vermoucito con picada. Conversamos de la presentación de ayer en El Ateneo, de la reunión en Acevedo, de la química para cantar canciones entre Urman y Ramos y de otras cosas. Al rato vemos entrar al bar al dueño-mozo con una botella de Gancia. Ana dice que en Bolivia pasa lo mismo: pedimos un sandwich en un bar y ves cómo van a comprar el pan y el fiambre al almacén para armártelo.
La esquina es muy tranquila porque está junto a las vías del tren donde no hay paso a nivel. Hablamos de los ritmos de vida y comento que cuando se acerca diciembre siempre empiezo a hacer un pre-balance de fin de año (que lo termino el 31, cuando termina el año). Mati dice que el hace el balance en marzo, que para él el año termina ahí. Hablamos de trabajos, relaciones, narrativa, ediciones, proyectos, mudanzas, viajes, teatro, lecturas, terapias, estudios, lo bueno de estar en movimiento y el riesgo de la quedar atrapado en la dinámica alienante que propone la ciudad.
El vermoucito con sifón de soda y rodaja de limón y la picada con milanesa y pizza cortadas en miniporciones + jamón, palitos, aceitunas y papas fritas. Mati vuelve del baño y dice que este bar le encanta porque es un bar de borrachos, cuando llegamos había un par de tipos tomando y le siguen dando a buen ritmo. Los tres coincidimos en que fue un año bastante bueno, yo digo que podríamos irnos a Neuquén aunque no haya nada armado, como sea, en carpa o sin nada armado y Ana dice que estaría bueno despedir el año en otro lugar, todos juntos, para reafirmar la onda que se fue generando en el año. El que no se pone un poco cursi cada tanto que arroje la primera piedra (y que demuestre ante la Nasa que es humano).
Me hace bien conversar con mis amigos que aunque hacen muchas actividades, parecen no olvidarse de lo que quieren y de lo que sienten importante. Cae el sol. Refresca. Los vasos vacíos y la ciudad, en este punto, tranquila. El amable mozo dice que volvamos el próximo sábado, que la picada y el vermoucito van a estar mejores. Le decimos que así estuvo muy bien. Hablamos de un posible asado despedida del año y de conseguir algo bueno para fumar.
Nos miramos y sonreimos. Hay un largo silencio no incómodo sino de paz. Bueno, ¿vamos?, dice alguno. Vamos. Una tardecita diferente, tan linda como necesaria.
Nos miramos y sonreimos. Hay un largo silencio no incómodo sino de paz. Bueno, ¿vamos?, dice alguno. Vamos. Una tardecita diferente, tan linda como necesaria.
5 comentarios:
Brindo por esas tardes, Jota.
Qué lindos que son los tres.
che, lo loco de estos encuentros es que uno no sabe que cara poner...q se yo...espero no haber parecido algo que no queria parecer...q se yo...eso
no sabia que para encontrarse con amigos habia que poner una cara en particular...las cosas que una se entera...
paolla!!! es que no somos amigos che!!!!
nunca nos habismo visto!
un credito vieja...una chance!
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