Ya no quedan, dijimos
deptos baratos en Neuquén
desde donde ver la tierra
flotando sobre la barda
así que nos quedó
este andar a la zaga del viento
contra la tristeza que no halló aún
su mejor nombre, si para qué
si al final una escritura es nada
y la vida naufraga
en amargas especulaciones
entre amigos muertos
romances difusos
y fiestas sin códigos.
Nos dijeron que acunábamos un mito
las promesas del mañana
y una mierda.
Me pregunto qué haremos
cuándo bajen la persiana
dónde vamos a huir
cuando se incendien los pozos
y en este lugar
no quede más que el agua
arrasada.
Como si el cuento
terminara tan pronto
esperemos ocho, diez
años más y vas a ver cómo
aparece otra riqueza
que perpetuará el estar afuera
mientras el oro de los pobres
seguirá animando festivales
pero no en esta casa, no ya
lejos de las luces y maneras del centro
en la afectación blanquecina
de la droga y el dinero.
¿Desde cuándo
empecé a hablar de esto?
No soy yo
ni la tuberculosis
que vivimos el calvario teenager
a los diecisiete
con menos miedo a las bofetadas
que al destino inexistente
Santa Biblia, castración
marihuana y MTV
unos años hermosos
pajaritos en la cabeza
deberían haber cantado más tiempo
pero la voz se doblega, poco a poco
en el dialecto de la literatura correcta
en la quinta de los bienpensantes
a ver quién porta el carnet
del club de las grandes promesas
con toda esa policía interior
de razzias cotidianas y conveniencias.
(Alfredo Jaramillo, Grunge, Ed. Funesiana, 2008).
1 comentario:
bien ahí...
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