Neurosis digital o autismo positivista

sábado, 26 de junio de 2010

Más allá de la barrera de los seis meses sin fumar



Este invierno me encuentra con tos y resfrío como todos los años. Pero hay algo cualitativamente distinto. La gripe llegó más tarde y fue mucho más benigna. Pasamos la barrera del semestre sin recaer en la adicción al tabaco. Fue duro, pero ahora portamos en la valijita de los síntomas crónicos un problema menos (basta de ceniceros, cenizas, encendedores, cigarrillos y fumadores perdidos). Y la resaca ya nunca será tan nauseabunda. Y los espacios cerrados tendrán mucho más oxigeno y menos veneno para ratas. Igual, por suerte, a no bajar la guardia. Siempre seremos, de alguna manera, adictos. Como los ex alcohólicos y los ex cocainómanos. Esta droga además no te da nada, sólo pulsión de muerte. No te relaja, no te euforiza, no te desinhibe, no te da confianza, ni sueño, ni te saca el sueño, en fin, una mierda.

¿Por qué ahora pasamos la barrera de los seis meses y antes no? Fuera de que antes estábamos perdidos en medio del continente sudamericano, ahora hay más red, más contención y menos anomia. Y llevamos un diario más focalizado en el tabaco con el que recordamos todas las semanas nuestro mantra de todas las razones por las que inyectarse, aspirar o fumar nicotina y alquitrán es tan estúpido. Nos falta la actividad física fuera del fútbol semanal pero ya lo lograremos. Y un poco menos de Internet. Pero todo al mismo tiempo no se puede.

Los adolescentes, los jóvenes, los adultos y los ancianos fuman por la calle, en los pasillos de las universidades, en las puertas de las empresas y los bancos y las dependencias públicas, y sólo nos da una mezcla de asco, molestia cuando están cerca y lástima. La misma que daría ver a un alcohólico o cocainómano siendo ex adicto de esa sustancia. Teniendo conciencia -la procesión del flash back va por dentro- de todo lo que hicimos para sostener ese aspecto de la neurosis, que se aferra como un alien a la boca y se te mete en el cuerpo y te inocula la sensación de que no podés sacarla más. Los inocentes inicios teenagers frutos de la publicidad y los círculos sociales cercanos. El grupo de pares con demasiado tiempo libre. Los días y noches sin eje, aburrido de la neurosis y los síntomas de siempre, encendiendo cigarrillos para ver salir el humo cancerígeno de la boca, para que pase algo mientras se espera que llegue el colectivo o empiece la película, como si no existieran otros consumos, como las pastillas Refresco o las Multimint, que dejan mucho mejor aliento y no van cancerigenizando tu cuerpo porque no comparten tantas sustancias con el veneno para ratas como el tabaco (más de 200). Don't let tobacco-alien reigns in you.


El resto sigue igual, los problemas de siempre, el mismo ritmo de lectura y de producción, la misma mirada, las mismas actividades intelectuales, pero deconstruimos un hábito maldito que se disfraza de canchero y obliga de alguna manera a sus adictos, igual que el paco o la coca lo hace con los suyos, a simular satisfacción plena sastisfacción como clientes, ninguna queja al producto y ninguna contraindicación.

Pero la realidad es que los pulmones de alguien que tiene treinta y fumó toda la década se parecen a alguien de cuarenta y cinco que diversificó más los consumos. Y son todos pros, es terrible cuando a la distancia, apurás el racconto: los bolsillos siempre están más livianos y más limpios, tu cuarto, tu casa y tu ropa ya no huelen a que tenés un muerto encerrado en el placard o en la alacena, tenés menos producción de tos y mocos, dejás atrás la halitosis crónica, no perdés tiempo buscando y limpiando ceniceros y tenés un gasto fijo menos. Podés marcar al mejor jugador de la cancha y no quedarte con un pulmón en la mano mirando hacia afuera de la cancha, arrodillado, esperanzado en encontrar al DT para pedirle un cambio inexistente.

Y, last but not least, te ganaste, a cambio de unos meses de abstinencia a esa hierba insípida llena de químicos venenosos de la peor industria, una calidad y expectativa de vida considerablemente superior a la que tenías hasta hace unos meses. Y cuando fumás, las veces que fumás, es mucho más divertido.

Sólo conviviste una década con el alien del tabaco. Podría haber sido peor: generaciones pasadas de tu familia convivieron tres décadas con el alien, o toda su vida; el que convivió toda su vida murió a los sesenta, el que dejó a las tres décadas cumplirá 65 y mejoró su rendimiento tenístico.

Demasiados pros para no seguir toda tu vida aferrado a una droga tan aburrida, ¿no?

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