Neurosis digital o autismo positivista

miércoles, 11 de mayo de 2011

Contra el cinismo posmoderno de los intelectuales narcisistas (tan funcionales a la derecha privatizadora de la educación y la investigación públicas)



Respuesta de Jóvenes científicos precarizados, colectivo de becarios de Ciencias sociales y Humanidades en Argentina, a la publicación de Nicolás Hochman publicada en la Revista Eñe en la edición del 30 de abril titulada “El síndrome del ñoquismo”

Como becarios e investigadores del área de ciencias sociales y humanísticas, escribimos esta carta para reflexionar sobre las afirmaciones que se expresan en la publicación de referencia en relación con el trabajo del becario de investigación. Consideramos que definir el trabajo del becario como la de un “ñoqui intelectual” o como una polilla (que junta papelitos y firmas de entes o individuos un poco borrosos) es restarle seriedad a su trabajo y describir la labor de un conjunto de
personas e instituciones de forma injusta e imprecisa porque se los escinde de sus trayectorias históricas particulares e institucionales. En el primer caso, las que llevan a una persona a formar parte de un equipo de investigación y postularse para continuar su formación de grado. En el segundo caso, las trayectorias históricas a través de las cuales se organizó el sistema de becarios, con el objetivo de
formar investigadores, en las instituciones donde se produce ciencia en este país.
Además, y considerando que el autor de la nota es un becario que conoce desde dentro las situaciones de precariedad laboral y los criterios con los que se mide nuestra producción (puede consultarse más información en www.precarizados.com.ar ), nos llama la atención la falta de reflexión con respecto a su propia situación y la atribución de culpas y responsabilidades a individuos(los becarios) de los problemas estructurales que forman parte de nuestra realidad cotidiana. Queremos aclarar algunos argumentos esgrimidos por el autor que consideramos erróneos y que no son generalizables a la experiencia de la mayoría de los becarios del área de ciencias sociales y
humanas:

1. Las ciencias sociales no son ciencias

Antes que afirmar su inexistencia sería más adecuado preguntarse si existe una categoría única para clasificar a disciplinas como la Historia, la Antropología, las Ciencias Políticas, la Economía, o la Psicología, por mencionar sólo algunas disciplinas que suelen ubicarse bajo el impreciso nombre de Ciencias Sociales. Decir que las Ciencias Sociales no son ciencias es desconocer la innumerable cantidad de trabajos metodológicos y epistemológicos realizados para entender, validar y justificar el conocimiento producido desde estas disciplinas.

2. Ganar una beca consiste en hacer “una cruzada burocrática”

Los procedimientos burocráticos de acreditación, evaluación y categorización, son parte del entramado estatal de las instituciones científicas y educativas por lo que no pueden considerarse un problema específico de los becarios de ciencias sociales y humanidades. En el ámbito educativo, por ejemplo, los docentes deben inscribirse para dar clases en la escuela pública, reactualizar todos los años su currículo y realizar cursos de acuerdo a las reglas del ministerio provincial al que pertenezcan. A su vez son evaluados por cuadernos de actuación y Juntas que exigen cumplir con distintos procedimientos con el fin de construir categorías, involucrando su tiempo y recursos. Entre otras cosas, para postularnos a una beca de formación de postgrado pasamos previamente varios años dentro de la academia para cumplir una formación de grado. Durante esta formación, se aprenden los puntos básicos de lo que significa investigar y como hacerlo y se discuten los contenidos básicos de cada campo disciplinario. Estos aprendizajes son un punto de partida, y no de llegada, para aquellos que se quieran dedicar a la investigación. La formación de postgrado implica una especialización actualizada a través de la asistencia a seminarios y la discusión de problemáticas concretas que se desarrollan en un tema de investigación (cuyo resultado final es la tesis, y los resultados parciales deberían ser los artículos presentados en distintos espacios). El sistema de Becas de posgrado brinda condiciones materiales (no suficientes y precarizadas) para que esa formación se pueda realizar. Así, nuestra formación y tarea de investigación está regida por un “contrato de beca”, de duración previamente estipulada, el cual cuenta con un mecanismo de control de gestión, y en el que se establecen deberes, derechos y responsabilidades. Por lo tanto, la afirmación según la cual nadie , la afirmación según la cual nadie sabe muy bien que es investigar, realizada por Hochman, resulta incorrecta y a todas luces falsa. Por otra parte, para postularse a una beca también es necesario pertenecer a un equipo de investigación. En muchos casos (posiblemente la mayoría), estos equipos no son “fantasmas” y suelen desarrollar diversas líneas de investigación entre las cuales suele incluirse actividades para la transferencia/socialización del conocimiento. En muchas ocasiones, la falta de macro políticas coherentes lleva a que la subsistencia y continuidad de los equipos de investigación, así como las relaciones entre el ámbito académico y las comunidades quede librada a la capacidad y voluntad que tenga cada equipo (sustentado por el esfuerzo individual de los miembros) de llevar adelante estrategias de intercambio y generación de redes con instituciones de otros ámbitos. Con respecto al empleo del tiempo y los espacios de trabajo, vale decir que no cumplir un horario fijo no significa que no se trabaje. Muchas veces, los investigadores y becarios de ciencias sociales trabajamos tiempo extra y nos movemos de un lugar a otro asumiendo los costos de esa movilidad, ya sea para realizar trabajo de campo, para adquirir recursos, para responder a las demandas locales, participar en una charla, organizar talleres con docentes, u otro tipo de actividades. Por otra parte, que las oficinas y laboratorios sean insuficientes, y estén desprovistas del material adecuado no es algo que nos beneficia sino que es un problema fundamental que hace a nuestra precarización. A lo largo del país, existen distintas realidades en cuanto a las condiciones de los lugares de trabajo donde se desarrolla la investigación, que van desde condiciones sumamente precarias a la existencia de campus bien provistos. En todo caso, en lugar de aceptar con culpa una supuesta condición, sería más adecuada la búsqueda o la gestión de recursos para que los espacios y los recursos existan. Por último,debería mencionarse que el trabajo del investigador (formado o en formación) no debería medirse enhoras sino en producción. Qué se considera producción es seguramente objeto de debate aunque sin duda no es refritar una y otra vez papeles mil veces escritos.

3. Los temas que se abordan no le interesan a nadie

Los problemas sobre los que trabajan los becarios no necesariamente son irrelevantes. La relevancia de la investigación en términos de su transferencia a la población general resulta discutible. La investigación científica puede ser básica, aplicada, o tecnológica. Una parte importante de la investigación científica no tiene impacto directo en la sociedad y es importante que así sea. Por otra parte, los problemas de investigación no responden sólo a intereses individuales. Surgen de itinerarios y heurísticas asociados a grupos de investigadores de universidades argentinas con tradición en las áreas correspondientes. Por este motivo se investiga junto a directores y codirectores, en la mayoría de sus casos doctorados. Entonces, muchas veces los temas de investigación no surgen del capricho de los becarios sino de la existencia de alguna tradición o de proyectos de investigadores que a la vez fueron evaluados (y lo serán a futuro), en distintas instancias, por otros investigadores de carrera de CONICET u otros organismos oficiales a los que pertenezcan y que también forman parte del sistema científico argentino (CNEA, INTA, AGENCIA, Universidades y otros). Podría discutirse largamente como se definen esas líneas de investigación, y eso derivaría en el cuestionamiento a los proyectos de los becarios. Seguramente habrá temas cuyo “impacto” social no sea medible a corto plazo o mediano plazo. Obviamente la cuestión no es fácil de resolver, entonces debería darse una discusión más profunda y menos banal sobre el rol de la investigación en ciencias sociales y humanas (y posiblemente de todas las ciencias).   

4. Sobre el rol del intelectual

Al respecto el autor se contradice bastante. Primero afirma que no hay un rol para el intelectual (noción que no define) como si la habría para otras categorías de sujeto como las de profesor, presidente y obrero. Consideramos que el problema de la noción de rol es independiente de su contenido. Los roles refieren a lo que debería ser, remiten a una funcionalidad, en este caso de los sujetos dentro de una sociedad, implica una determinación a priori de los sujetos. Un sujeto, en distintos momentos y lugares, puede constituirse de diferente manera. Nos encontramos inmersos en una trama de relaciones históricas y contextuales, y nuestras posiciones son constantemente renegociadas a partir de esas relaciones. El concepto de rol cierra la posibilidad de considerar esta complejidad en cada sujeto. Por esto mismo acordamos con el autor en que no es posible rotular ni definir una función para el intelectual pero por las mismas razones, tampoco es posible hacerlo para otras categorías de sujeto como la de obrero, presidente o profesor. En este sentido, pensar en los becarios o cientistas sociales como una elite a ser educada en escuelas especiales dista mucho de pensarlos como trabajadores de un campo en particular, tan trabajadores como cualquier otro. La cuestión de la escuela de intelectuales la tomamos como mera anécdota de trasnochados sujetos residuales. Una escuela para implica una concepción discriminatoria. En sentido contrario, es preferible construir una escuela donde quepan todos, como dice un reconocido pedagogo, porque no proponer una escuela donde haya obreros, presidentes, profesores, sordos, ciegos y homosexuales. Tal vez, porque todavía la escuela pública argentina puede adscribirse ese triunfo pese a las acechanzas neoliberales y las trasnoches posmodernas. Finalmente, quisiéramos decir que la culpabilización del becario, que parece desprenderse de la nota de Hochman, es similar a la culpabilización que se escucha en el marco de los conflictos docentes. Los docentes son los males de toda la educación, no leen, no escriben, no dan clases creativas, no tienen vocación. Una caterva de acusaciones que lee de un modo sesgado, acotado y determinista el problema de la educación pública en Argentina. Una para nada quimérica forma de pensar que en este caso, devendría como una culpa sobre los becarios de ciencias sociales y humanas (que no de otras ciencias) que no logran hacer que sus investigaciones contribuyan o impacten sobre el bienestar del pueblo argentino.

10 de mayo del 2011

1 comentario:

Anónimo dijo...

che, muy groso el nuevo diseño de viperina, parece que venís del futuro jota

abrazo!

(despues voy a leer con mas detenimiento todo este debate en torno al articulo de H)

facu