“La adicción y la abstinencia son una pedagogía del cuerpo”
(Vicente Verdú, Días sin fumar).
Algo muy bueno de dejar el tabaco es que es como comenzar un juego, una apuesta contra vos mismo, un reality urbano, un videogame de estrategia o guerra, un condimento picante entre tanta cotidianidad repetida. En el juego vale todo. Comida, dormir, marihuana. Tenés licencia para casi todo lo que no implica herir a otro. Sos vos contra el tabaco. La única regla es tratar de fumar lo menos posible (como máximo un diez por ciento de lo que fumabas). El juego dura tres meses. Y es a todo o nada. La batalla contra el tabaco en la agenda política de tu organismo tiene prioridad. No se puede combatir todo al mismo tiempo.
Dejar sobrio cuando fumás menos de 15 por día es fácil. Casi no lo sentís. De día, todo bien. El problema es el alcohol, te querés cortar un brazo. Pero bueno, existe la menta, siempre hay más alcohol, las drogas blandas, y se permiten licencias. Una recaída no es nada trágico. El juego -la batalla- continúa. El miércoles me voy a Brasil. Un amigo dejó como yo alrededor de Navidad y el otro 'está fumando menos'. El otro es carismático. Y Brasil también, dicen. Será una dura pelea, nivel dos, el monstruo es un poco más resistente y seductor.
Pensemos cosas positivas. Como que fumar 500 cigarrillos por mes (lo que fumaba yo) es más o menos como tragarte una pastilla de veneno para ratas por mes (en 500 pequeñas dosis). La rata fumadora sos vos. Es como en Osmosis Jones, la batalla pasa en tu interior. Querida, dejé el tabaco. Querida, encogí mis posibilidades de tener cáncer. Querida, aumenté mi calidad de vida. Los receptores de nicotina en tu organismo se activan cada cierto tiempo (ante cada estímulo, ante cada hora que pasás sin darles su dulce veneno) y el lado bueno se mantiene estoico. Es como Star Wars pero en tu cuerpo. Vos sos Han Solo y el tabaco es Darth Vader. No te dejes llevar por las fuerzas oscuras, Han. Otra cosa interesante de dejar es que el cuerpo empieza a generar anticuerpos y dejan de gustarte las mujeres que fuman (o al menos te atraen muchísimo menos). Quizás te atraen visualmente pero el cuerpo te enciende una alarma y una vocecita susurrante te dice: no, quedate piola, es fumadora, no es para vos, es autodestructiva, enferma, adicta, se comió el verso del marketing de las tabacaleras, probablemente muera más joven y se enferme muchísimo más seguido, no, dejá, no es para vos. Antes el tabaco era tan pero tan seductor. Tan sexy en ellas. Casi como los libros. Objetos en decadencia tal vez. Pero ahora no. Ahora el tabaco es el enemigo -es un pensamiento algo american, ok- y no se puede dejar resquicios, esto es una guerra y estás de este lado o estás del otro. No country for weak people. Esa pastilla de veneno para ratas -comparten varias sustancias, la analogía no es tan arbitraria- que ingerís mes a mes, no te mata (te mataría, o al menos te dejaría internado, en una sola dosis, pero en quinientas no) pero te va debilitando, te tala poco a poco, mes a mes, cigarrillo a cigarrillo, pedacito a pedacito de pastilla de veneno para ratas. El tabaco en nuestra ciudad tan cosmopolita es una pandemia como el psicoanálisis. Salvo en Argentina, en el resto del mundo casi nadie los consume y en general se enferman menos y son más felices. Psicoanálisis y tabaco en Ciudad de Buenos Aires: + de 50%. Resto del mundo: - de 5%. No sé, vos velo.